
Carlos, el autor
El martes 28 de enero de 1986 el mundo se consternaba ante la nube de humo dejada por el transbordador espacial Challenger después de explotar sobre la Florida, 73 segundos después de iniciar su despegue. Ese día y esa noche yo vivía mi muy personal "tragedia". Ese fue el día de mi diagnóstico definitivo como diabético Tipo I insulinodependiente. Mi vida no sería nunca igual.
Han pasado cerca de cuatro décadas y yo ya no soy más el estudiante preparatoriano de aquel entonces. Soy un adulto "graduado en diabetes" que desea compartir contigo su jornada escribiendo sobre esta condición crónica. Ha sido un camino largo y empinado; no obstante, me ha llevado a inestimables cimas de autodescubrimiento, aprecio y gratitud.
Soy Carlos Navarro, mexicano nacido en la ciudad de Puebla. Mi esposo Eduardo comparte generosamente su vida conmigo desde hace casi 30 años. Cuando él me conoció yo ya tenía 11 años de diabetes. Por dos décadas vivimos en la inmensa capital de mi país, pero hace ya algunos años que residimos en la costa mexicana del Océano Pacífico. La turística ciudad de Puerto Vallarta es ahora nuestro hogar.
¡La natación y el mar son dos de mis afectos predilectos!

Por más de dos décadas mi trabajo consistió en hacer análisis político y de medios para el Gobierno de los Estados Unidos. Respondiendo a una invitación por parte del Jefe de la Oficina de la Presidencia de México trabajé en la residencia oficial del Presidente de 2012 a 2016. Actualmente, tengo una consultoría, que he llamado Connect with Mexico, que se dedica a educar a extranjeros acerca de México.
Puedo decir con absoluta certeza que la vida no me ha ofrecido reto mayor que vivir con diabetes. Ningún otro evento se le puede comparar en severidad, demanda de atención constante e ininterrumpida acción preventiva y correctiva. También afirmo, con la misma convicción, que soy una mejor persona desde que el mensaje definitivo del diagnóstico llegó a mis oídos y a mi conciencia aquel terrible 28 de enero. Después del obligado período de negación, rebeldía y asignación de culpas que siguió a mi diagnóstico, acepté a la diabetes como parte intrínseca de mi existencia. Fue un paso fundamental y afirmativo.
A través de mi experiencia y reflexión he descubierto que, en toda su ironía, la llegada de la diabetes ha sido un evento contradictoriamente positivo para mí y para los que me rodean. Ella puede convertirse en una profunda fuente de aprendizaje, de trascendencia y, sí, también de satisfacción. Estoy seguro que puede ser igual para ti.






