Posición Fetal
- Carlos Navarro

- 23 sept 2022
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 31 mar
Debo admitirlo, el pánico se había apoderado de mí. Esta no es una admisión sencilla. Dejar que un estremecedor pavor controle tu cuerpo no es lo más aconsejable para nadie, menos para un diabético. Pero ahí estaba yo: envuelto en un espanto repentino y enrollado en posición fetal en el suelo, al centro de la cocina.

Mucho se ha dicho que cuando uno se acerca a la muerte se puede observar, en una rápida sucesión, toda la propia vida: lo dicho, lo hecho, lo experimentado, lo sufrido y lo gozado. Aunque está claro que yo estaba muy lejos de acercarme la muerte en esa noche de 2018, el hecho es que sentí que me moría. La sensación de una fuerte hipoglucemia no era algo ni poco común ni inesperado en mi vida, las he experimentado por décadas. Sin embargo, las hipoglucemias tienen "vida propia"; a veces pasan desapercibidas y son inofensivas y en otras ocasiones se empeñan en imponer experiencias nuevas, retadoras, desagradables.
Yo había regresado de mi acostumbrada natación. Este día había sido en el mar. Todo parecía normal hasta que sentí ese punzón diabético "atravesarme" el estómago.
¡Come algo!, mi conciencia me gritó.
Lo primero a la mano fue un puñado de galletas. No fueron elegantemente servidas en un plato, con servilleta. Fueron arrebatadas a la caja de cartón, a la envoltura de aluminio; pocos segundos se sufren tanto como la elevadísima dificultad de sacar comida de un empaque cuando parece que la vida depende de eso. Comí dos. Chocolate con relleno cremoso, blanco. Calma al fin.
Sabiéndome ya con glucosa en mi sistema, me dejé caer. Eso de "posición fetal" no sólo no estaba en los planes, sino que nunca me había sucedido antes. Pero unos minutos después así fue exactamente como me encontré. Enroscado en mí mismo, impacientemente esperando que el efecto llegara, a su tiempo.
Hubiera sido más efectivo beber jugo, Coca-Cola quizá. Sí, pero la dificultad de sacar jugo del refrigerador y servirlo en un vaso, o aún beberlo directo del empaque, era inmensamente superior a simplemente desgajar un empaque de galletas azucaradas. Recuerdo ahora un episodio similar mucho años antes, en donde sí perdí el conocimiento momentáneamente. En el que el refresco fue servido en un vaso – de vidrio – y el resultado fue unas muñecas y un rostro ensangrentado por el golpe en el suelo y por el cristal roto. Aún en la inconciencia impuesta por una hipoglucemia severa recordamos, aprendemos, aplicamos.
Esa posición fetal que titula esta entrada duró – ¿cuánto? – cinco minutos tal vez, quizá 10. La sangre recibió el azúcar, el cuerpo la distribuyó a todas partes. Volvió la vida. Felicidad. Aprecio. Futuro.



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