Nota diplomática dirigida a la Hiperglucemia
- Carlos Navarro

- 1 abr
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Hiperglucemia: De hiper-, “por encima de” y glucemia, “nivel de glucosa en la sangre”. Femenino/medicina: Nivel de glucosa en sangre superior a lo normal.
Diccionario de la lengua española. Real Academia Española.
Sirva este conducto para entrar en contacto con usted, Sra. Hiperglucemia, y expresarle mi desagrado, descontento y desacuerdo por su beligerante y sigilosa irrupción en mi vida.
Pronto serán 40 años que nos conocimos por vez primera. Qué desencuentro tan más desatinado. La introducción mutua fue larga y complicada, unos seis meses de síntomas extraños. Yo no sabía que usted buscaba tener un rol en mi vida; lo que sí era cierto es que mi energía, mi peso y mi ánimo iban disolviéndose con constante persistencia durante esas largas semanas.
Aunque acepto que usted es mucho menos escandalosa que su fastidiosa hermana, la Hipoglucemia, sepa que la considero igual de traicionera. Va usted arrastrándose, como reptil, muy en silencio, dentro de mí. El objetivo es causar daño y malestar, poco a poco, aunque eso tome unos minutos o varios años. Le gusta utilizar medios aparentemente inofensivos – ¿cuánta azúcar puede tener un poco de cereal? – para colarse por el sistema digestivo hasta nuestra sangre. Ya entronada ahí, recorre mis órganos causando estragos, algunos prontamente remediables, otros no tanto.

Usted rompe todos los protocolos porque es de hecho la hija más parecida a su irritante madre, la diabetes; ha heredado lo peor de ella. Su sola existencia define a esa traicionera enfermedad. Sepa que no solo no son bienvenidas ni aquella ni usted, sino que nuestras defensas como diabéticos seguirán en pie. Buscaremos ampliar nuestro armamento y hacerlo más eficaz pues el conocimiento y la tecnología están de nuestro lado. También contamos con confiables aliados que nos apoyan en este conflicto – aparentemente interminable – que usted ha decido iniciar unilateralmente. Ellos incluyen las personas que nos aman, los médicos y especialistas que nos aconsejan, otros diabéticos y, en ocasiones, hasta personas completamente desconocidas. Constantemente llegan a nuestras vidas refuerzos adicionales, con más y mejores recursos; su derrota definitiva llegará eventualmente.
Ha de saber que conozco bien sus trucos, engaños y traiciones. Se presenta en público fingiendo ser inofensiva, “una pequeña molestia” que no quiere hacer daño a nadie. Se las arregla para enredar a miles de diabéticos para que crean que “si uno no se siente tan mal es que seguramente no pasa nada”. La insidia es una de sus tácticas preferidas. Hasta que las consecuencias son irreversibles, usted despliega su poderoso y eficiente armamento – repleto de ignorancia, mentiras, desdén, miedo e indisciplina – para hacer caer a su enemigo en medio de sus dulces redes.
Ya siendo conocidos no dudó en hacerme la vida difícil durante mis primeros años diabéticos. Recuerdo aquella desesperación – en ocasiones era llanto, lo admito – de ver que usted se hacía presente en esos resultados de laboratorio declarando victoria y jactándose aun después de que yo había hecho todo lo que decían los médicos. Eran ácidas derrotas. Era tal el robo de energía que usted me infringía con su inagotable ataque, que yo dudaba si podría levantarme de la silla, ni qué decir de salir a la calle o realizar alguna actividad. Era tal el frío, la resequedad en la boca, y el desgano que a mí no me importaba terminar la preparatoria. Lo que quería era sentirme bien, todo lo demás era secundario; dejar atrás ese cuerpo esquelético que resultó de su injusta guerra contra mí. Maestra estrategia de batalla la suya, consistente y llena de estruendosas victorias.
Pero ellas no durarían. Agrupar las tropas, entrenarlas, equiparlas y desplegarlas para defenderme de usted, insulsa Hiperglucemia, me tomaría unos 12 meses. Fueron marchas forzadas que necesitaron aceptación, educación, reclutamiento, insulina, ejercicio: pero regresó la salud, la energía, el peso corporal y el ánimo de combatirla y ganar la batalla. Así ha sido ya por décadas. Reconoceré que en ocasiones vuelve usted a disfrutar momentáneas conquistas, pero ellas ya no duran mucho pues ahora sus artimañas son pronto identificadas, acotadas y eliminadas. Debo reconocer, sin embargo, que usted no ha sido derrotada aún.
Sirva este texto para informarle, muy formalmente, que así es exactamente como continuará la tregua que hemos acordado. Termino esta comunicación y al hacerlo le aclaro que está usted muy lejos de la victoria definitiva. Ésa no llegará nunca porque tengo hace muchos años los armamentos, inteligencia, personal y refuerzos necesarios para controlarla y marcarle líneas infranqueables. Seguiré en esta incómoda relación con usted y con su indeseable hermana, pero entérese, amablemente, de que no somos ni aliados ni amigos. Estamos en extremos opuestos de un campo de batalla y seguiré luchando por conquistarlo día con día.
¡Hasta la victoria siempre!
Carlos



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